domingo, 9 de mayo de 2010

Volksaufstand 1953

La Volksaufstand es un levantamiento popular que tuvo lugar en Alemania del Este entre los días 15, 16 y 17 de junio de 1953. El país se estaba recuperando de la Segunda Guerra Mundial. La agricultura se había colectivizado y empezaba a escasear, de ahí que fueran necesarias las cartillas de razonamiento. Además, esta crisis afectó de forma muy significativa a los obreros, quienes a comienzos de 1953 empezaron a manifestarse, pues el secretario del SED de la época, Walter Ulbricht, se vio obligado a forzar los trabajos en las industrias tras la negativa de la Unión Soviética a darles dinero para resolver el problema de la comida.
Lo que desató la huelga general fue el hecho de que los mandatarios del SED obligaran a los obreros a aceptar de forma voluntaria las nuevas condiciones de trabajo. Sin embargo, los obreros no estaban dispuestos a aceptarlo, por lo que enviaron el 15 de junio a representantes para negociar con Ulbricht y Grotewohl una posible solución. Dicha reunión no se celebró y los trabajadores, cansados de esperar, se pusieron en huelga. Al día siguiente, se publicó un artículo por el que se anunciaba que el endurecimiento del trabajo era definitivo, lo cual aumentó más aún si cabe el descontento de los ciudadanos. Los representantes de los obreros intentaron nuevamente hablar con Ulbricht y Grotewohl, pero los obreros que estaban a la espera de lo que se decidiera optaron por abandonar sus puestos de trabajo y encaminarse al lugar de la reunión. Así pues es cómo se inicia el levantamiento popular en Berlín en 1953. Empezaron siendo 300 personas, y para cuando la manifestación llegó al Ministerio, ya eran 10.000. Lo que comenzó como una protesta contra el endurecimiento del trabajo, se convirtió en una manifestación y proclamación de huelga general contra un gobierno que se llamaba “obrero”. En el tercer día de protesta, el 17 de junio, las manifestaciones contaban ya con 300.000 manifestantes en 272 localidades. La expansión y propagación de protesta se dio gracias a las redes telefónicas, las cuales permitieron la llegada de lo que ocurría en Berlín al resto del país.
Como rasgo general, es importante destacar que este levantamiento popular tuvo un carácter de no violencia, pues las manifestaciones se sucedieron de forma tranquila y pacífica, sin que fuera necesaria la intervención de la policía y el ejército. No obstante, a lo largo del día 17 tuvieron lugar algunos altercados eventuales, tales como la destrucción y quema de carteles comunistas, kioscos y retratos de Ulbricht; así como la huida de algunos presos políticos de prisiones que fueron asaltadas. También hubo enfrentamientos entre los manifestantes y la policía, y algunos responsables de comunicación fueron golpeados y agredidos, causándoles, en ocasiones, la muerte. A pesar de estos incidentes, los manifestantes no portaron consigo ningún tipo de arma, y desde el primer momento practicaron una manifestación de no violencia.

En cuanto a las fuerzas armadas necesarias para frenar estas manifestaciones destacan la policía y el ejército. Así pues, participaron la Policía Nacional (Volkspolizei), la Policía de Seguridad (SSD), la Policía Popular de Reserva (KUP) y las tropas de ocupación rusas. Éstas últimas fueron fundamentales para poner fin al levantamiento, pues la llegada de los tanques rusos a numerosas localidades del país y la proclamación del Estado de emergencia horas después hizo que los manifestantes empezaran a abandonar las calles y los dirigentes del Gobierno alemán poco a poco fueran recuperando el control del país. Por su parte, el resto de las fuerzas armadas no actuaron de forma violenta en ningún momento contra los manifestantes, es más, hubo algunos miembros de las mismas que simpatizaron con ellos y se unieron a su causa, como ocurrió con algunos policías nacionales.

Una vez los tanques rusos se encontraban en el país y el Estado de emergencia se había proclamado, los ciudadanos alemanes abandonaron las calles, y algunos presidentes del comité de huelga de ciertas fábricas pretendieron que los trabajadores volvieran a sus casas o a sus puestos de trabajo, pero no para trabajar de nuevo, si no para seguir con su derecho a huelga, sin embargo, esta idea no se generalizó por todo el país, aunque sí se dio en algunas fábricas. La huelga indefinida fracasó por numerosas razones: por falta de organización; no había una dirección central que coordinara la huelga y por la imposibilidad de mantener el contacto que tenían los responsables de huelga locales. Por tanto, el levantamiento popular de 1953 fue un claro ejemplo de cómo una manifestación no violenta por parte de la población puede llevar al colapso de un Gobierno entero, pues éste no tiene forma alguna de frenar dicho levantamiento de forma directa.

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